lunes, 13 de enero de 2014

A propósito de Llewyn Davis, de los hermanos Coen




"Inside Llewyn Davis" tiene todas las fílias de los genios que la firman, si no recuerdo mal entre bolas y bolos sonaba de fondo “The man in me” de Bob Dylan al principio de esa obra de culto que es “El Gran Lebowski”, si en la interpretación coeniana de la Odisea que era “O Brother”, los prófugos de la justicia amenizaban al público con canciones country, en “Inside Llewyn Davis” nuestro protagonista utiliza el folk para entretener al respetable, gente que abarrotaba los bares del sur de Manhattan para ver lo que se cocía antes de que Bob Dylan bajara desde su Medio Oeste natal para convertirse en leyenda en el Greenwich Village de principios de los ’60.


Antes de que apareciera en escena Dylan, (judío y de Minesota como los Coen, no digo que solo por ello tengan admiración por él, pero la afinidad siempre ayuda…) el Greenwich Village estaba poblado de gente como Llewyn Davis, artistas con talento que trataban de hacerse un hueco en el panorama musical que estaba surgiendo, Oscar Isaac da vida a un tipo al que es imposible tenerle cariño, excepto cuando hace lo único que realmente le importa, tocar su música.





Que a los Coen les gusta contar la historia de perdedores no es noticia, en "Fargo" era un idiota con pretensiones de mejorar su vida, “el nota” era un máquina, pero tenía demasiados rusos blancos y THC corriéndole por el organismo, como para discurrir con propiedad.

En “El gran salto” -reverencia de los Coen al cine de Capra-, Tim Robbins es un despistado que llega a la gran manzana con la pretensión de hacer fortuna.




 En “el hombre que nunca estuvo allí” los Coen terminan de construir el paradigma de perdedor, con Billy Bob Thorton dando vida a un fumador empedernido, que habla poco y ve la oportunidad de salir de la vida de mierda que lleva como peluquero, tratando de chantajear al hombre con el que le pone los cuernos su mujer (El grandisísimo Gandolfini).

Barton Fink tiene que cruzar de costa a costa el país, para descubrir su infierno y enfrentarse a una de las máximas que debe ostentar el artista verdadero según los Coen, al igual que le pasa al guionista Fink, Llewyn Davis es un fracasado, porque el verdadero artista, en su concepción romántica, tiene en última instancia que fracasar para que su historia tenga encanto.

Si de "Muerte entre las flores" te acuerdas de las automáticas Thompson y los sombreros, aquí el frío juega un papel fundamental, la fotografía no corre a cargo del gran Roger Deakins sino de Bruno Delbonnel, que crea un ambiente frío difuso y desaturado,  para hacer hincapié en lo duro que aprieta el cierzo en Chicago y Nueva York durante los meses de invierno, la historia cuenta solo pocos días en la vida de su protagonista, aún así la interpretación el guión y los secundarios hacen que te vuelvas a quitar el sombrero ante esta pareja de hermanos.




El frío no es un personaje más de la trama como pasa con la nieve de "Fargo", pero ayuda a conformar la atmósfera de  la historia.
 En este caso, (a diferencia de la mayoría de protagonistas Coenianos), es complicado porque Llewyn Davis a pesar de mucho talento, es un tipo mas bien odioso, no te gustaría tenerle de amigo, es el típico acoplado que se apalanca en tu sofá a la mínima que tiene ocasión y no encuentra muchos reparos, a la hora de pedirle dinero al novio de la chica con la que se acuesta y a la que, probablemente ha dejado embarazada.




Los Coen saben como envolver las cosas, en todas sus películas los guiones son estructuras  muy sólidas, esto no quiere decir que se cierren todos y cada uno de cabos que dejan por el camino, si en "Barton Fink" John Goodman le daba a Turturro una caja que, presuntamente contenía la cabeza de una mujer, aquí ese macguffin para mantenerte atento e intrigado viene en forma de minimo, un gato de nombre muy acertado, que trae loco al protagonista por las calles de Manhattan, un protagonista de un viaje a ninguna parte porque no le espera Penélope como a Ulises, simplemente vaga por ahí sin tener claro como llegar a Ítaca.

Tampoco quiere decir que los finales de los Coen sean los más definidos de la historia, de hecho casi siempre parece que te bajen del coche, como si fueras un niño pequeño, al que le gusta el viaje que está haciendo y  que no quiere llegar al sitio.



 Ellos te entretienen, te mantienen con un ritmo, unos personajes  (tanto los protas, como los secundarios que terminan de conformar siempre una fauna incomparable, en esta John Goodman da vida a un minusválido drogadicto que espero le granjee su primera nominación al Oscar, aunque lo veo complicado…) pero nunca te resuelven el relato con una única lectura, te atan todos los cabos durante el trayecto pero al final tienes que aportar tu algo, así pasa en "Un tipo serio", en "Barton Fink" y esta no es excepción, la resolución más abrupta quizá sea la de "El gran Lebowski", en la que te lo estás pasando tan bien, que incluso te enfadas, cuando aparece aquel vaquero bigotudo, que sirve como narrador al principio, para volver al final con un epílogo en el que te confirma que aunque el personaje de Buscemi haya muerto, la cosa tiene que acabar bien porque hay un pequeño "nota" de camino



Solo los grandes son capaces de ir a lo particular y saber reflejar la esencia de un sitio y una época, en el póster de la peli, venía la opinión del crítico de “El país” o de “El Mundo” aseverando que era la mejor película de los Coen hasta la fecha, yo no estoy de acuerdo –aunque claro, preguntarse cuál es la mejor película de los Coen, es algo muy complicado…- 
Esta  no entra entre mis cinco películas favoritas de los hermanos, probablemente tendría que pelearse su entrada entre las diez mejores desde mi punto de vista, lo cuál denota lo maravillosa que es la filmografía de este par de genios. Quizá lo mejor que se ha puesto tras una cámara desde finales de los años ‘80.

Esta película termina como empieza, mecanismo de los Coen para decirte que ha sido una semana como otra cualquiera en la vida de su protagonista, Llewyn Davis sigue vagando como tantos otros por el Greenwich Village y cuando aterriza Dylan (que aparece fugazmente al final de la película), lo cambia todo y al resto se los lleva el viento –Blowing in the wind…-ni gracias, ni adiós, una hostia como le pasa Llewyn Davis. Y punto.


Lo mejor:



-El guión vuelve a ser magnífico, la interpretación de Oscar Isaac muy buena y está rodeado de buenos secundarios.

-John Goodman ha vuelto a hacer otro personaje para la historia a cargo de los Coen, no tan mítico como Walter en "Lebowski" o como aquel vecino en "Barton Fink" pero en los pocos minutos que sale roba la película del resto.

-La fotografía de Bruno Delbonnel.





Lo peor:

-Que solo haya película de los Coen cada dos años más o menos…



Valoración 4/5 estrellas   
      





 Aquí dejo el trailer.

                      






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