Para
mucha gente que tiene el hábito de leer (tal vez “mucha gente” sea una
hipérbole cuando se aplica la expresión a los hábitos lectores españoles), es
siempre una ruleta el ir a ver una película basada en un libro. Si el libro se
ha leído antes, se pasa uno la peli buscando similitudes, diferencias y
comparaciones entre lo imaginado y lo visto. Si es al revés y viene la peli
antes que el libro, inevitablemente el cerebro recurrirá a las imágenes que
recuerda, limitando de algún modo la experiencia imaginativa que es el deleite
de todo lector que se precie. Sin entrar en las similitudes y diferencias entre
una historia escrita y una filmada, y cómo las experimentamos, lo más habitual
es que en la comparación salga ganando la experiencia literaria frente a la
peli. Digo que es lo normal, no siempre. También ocurre que algunas veces la
experiencia es simplemente distinta: es una buena peli, y es un buen libro,
independientemente de que uno se base en el otro, las similitudes y diferencias
en la historia o la calidad técnica. Lo que me da una idea: tal vez un día
debería escribir un post sobre pelis que, en mi humilde opinión, están a la
altura de los libros…. O simplemente escribir un post estaría bien de cuando en
cuando.
Bueno,
al turrón, dejémonos de pedanterías. Vengo a hablaros de De Ratones y Hombres, una película y una novela que me han
encantado, cada una por su lado. Es más, es extraño decirlo pero no recuerdo si
leí antes el libro o vi la peli, pues llevaba un tiempo detrás de ambas. Pero
lo que sí que recuerdo es que ambos me entusiasmaron.
Empecemos
por el libro: se trata de una novela corta (unas 70-80 páginas, para los
vaguetes) de John Steinbeck, publicada en 1937. La historia trata de dos amigos
en la California rural durante la Gran Depresión: George Milton, un hombre
inteligente aunque sin educación, que parece siempre a punto de darle la vuelta
a su suerte, y Lennie Small, un gigantón de gran fuerza, pero con la mente de
un niño pequeño. Están unidos por un fuerte lazo de amistad que se remonta a su
infancia y vagabundean por el país buscándose la vida como jornaleros en
ranchos y granjas. George cuida de Lennie desde siempre, se siente responsable
por él, y con él comparte las magras ganancias que hacen y el sueño de poseer
un día su propia tierra y animales. La peculiar forma de ser de Lennie y su
incapacidad para valerse por sí mismo socialmente siempre acaba metiendo en
problemas a la pareja, que no es capaz de mantener en un empleo el tiempo
suficiente para ahorrar o establecerse.
Como
pasa con todo lo que escribe Steinbeck y muchos de su generación, se trata de
un relato agridulce, un retrato crudo y acertado de la realidad social de su
tiempo y lugar, mezclado con historias humanas y personajes arquetípicos pero
no por ello faltos de profundidad. En el relato tanto como en la película, se
exploran la voluntad de sobrevivir, la esperanza, la amistad, el respeto, al
orgullo, la afirmación, la marginación social, la vida rural, la crisis
económica en el campo, y coletazos de la desaparición del estilo de vida
errante del cowboy, desplazado por la industrialización. Una enorme complejidad
muy bien condensada elementos claros, expresada con sucinta precisión, con las
palabras justas para que la mente del lector reconstruya el resto de manera
precisa, se sumerja en la historia y viva al tiempo las profundidad sentimental
y el análisis intelectual de la realidad.
Por
su parte, la película es muy fiel al libro. Es más: mientras que el
libro tiene media docena de capítulos/escenas, la película añade más sin
dejarse nada atrás, y sin traicionar, en mi opinión, el espíritu del libro. Rodada
sin pretensiones, con unos exteriores impresionantes, a un ritmo muy acorde a
la historia y una interpretación y dirección mucho más que decentes. Sobre la dirección, es el segundo
largometraje dirigido por Gary Sinise, y en mi opinión, es una pena que el
hombre lo haya dejado ahí porque lo hizo francamente bien, pues llegó a estar
nominado a la Palma de Oro de Cannes, lo que no está mal en su segunda película
(la primera fue Más allá de la ambición,
de 1988). Tuvo el apoyo del guinista Horton Foote, ganador de Óscares,
Pulitzers y una montaña de quincalla dorada como para quitarle el hipo a un
arquitecto de centros comerciales valenciano. Y la actuación, conmovedor John
Malkovich en uno de sus mejores papeles, muy convincente Gary Sinise al que no
se le pueden poner muchas pegas, y un reparto de apoyo de mucha talla, con un
clásico como el fallecido Ray Walston (que llevaba haciendo cine desde 1954,
ahí es nada) y otros sólidos secundarios de los que nunca te fallan, como John
Terry o Richard Riehle. Una película equilibrada, profunda, interesante y
emotiva, que no es ligera ni tampoco pedante, pero con fuerte impronta
independiente.
Como
curiosidad, no es la única película sobre el libro que existe. Hubo otra en
1939 dirigida por Lewis Milestone, y dos telefilmes, uno de ellos una
adaptación iraní, amén de varias adaptaciones teatrales. No he visto ninguna de
ellas, ¡pero después de ver la película, tengo que deciros que no la podéis
dejar pa’luego!
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