
En un notable trabajo de dirección y guión, logran hacerte odiar, despreciar, amar, animar, comprender y empatizar con el señor Naylor, todo a la vez. Te resistes a decirte la verdad, que es un hijoputa con pintas. ¿O es simplemente un amoral? ¿O alguien que aprovecha sus virtudes para ganarse el pan en un sistema económico en el que la moral se escribe con $ de dólar? No queda del todo claro, al menos a mí, lo que este tipo piensa. Pero se lo pasa muy bien a costa de todo el mundo. Interesantísima por cierto la relación con su hijo, muy lograda. Enternecedora y espeluznante al tiempo. Y las reuniones con sus amigotes, también representantes de lobbies honorabilísimos como armas y alcohol son de un cinismo que deslumbra. O no, eso es lo magnífico de de este film. La crítica social está servida, y me parece que va mucho más allá del ya podrido "malignascorporacionesfasciocapitalistas" con el que tanto nos dio la brasa Moore. (Por cierto señor Moore: cuando uno falsea los datos, deja de llamarse documental. Sólo para que conste. Ya sabemos que las armas son malas, no hay que mentir para que la gente se lo tome más en serio). Volviendo a nuestra peli, lo que te da qué pensar no es sólo lo que hacen las grandes corporaciones para ganar dinero (si no fuera verdad, serían de un humor negro exquisito), sino el hecho de confundir lo que se quiere y lo que se hace con lo que se es. La cultura del éxito, el llegar lejos en la vida y aprovechar tus talentos. El discurso moralizante cuando Naylor descubre el sentido de su vida es para pasarlo tres veces seguidas. También la hipocresía generalizada en cuanto a determinados temas estigmatizados y otros que no lo son, y las razones; en la película se muestra cómo usando los mismos razonamientos se puede defender o atacar todo. Cómo la lógica debe estar seguida por la moral, y cómo la moral no puede apoyarse en la lógica. Bonito dilema para los que tengáis inquietudes intelectuales altas. Para los que no, quedaos con la hipocresía social y las conversaciones agudas, que dan para hablar horas ellas solitas.

- ¡Soy tan bueno que hasta tu cáncer me ayuda a vender pitis, chavalote!
- En efecto, eso que hueles es azufre. Y ahora me llevaré tu alma. ¿Cómo? ¿Que dónde están los cuernos y el tridente? Pardillo...
De secundarios tenemos en primer lugar a Robert Duvall, como venerable magnate tabacalero, de esos señores sureños de traje de lino blanco y maneras educadas y campechanas al tiempo. J. K. Simmons, padre de Juno en la homónima y por lo visto amiguete del director, con una cara que comunica tanto como si hablara aparte de su dueño, y con la que si no te reíste en Quemar Después de Leer es porque ese mismo día atropellaron a tu gato o algo así. Katie Holmes le da el puntito sexy de femme fatale a una periodista que en su afán por tumbar a Naylor no se da cuenta de que actúa igual que su supuesta víctima. Sam Elliot en su ya emblemática imagen de cowboy deslumbra en sus 10 minutos. William H. Macy, cuyo nombre quizá no suene pero en cuanto veáis su careto instantáneamente recordarés a este popular secundario, es un senador cruzado contra el tabaco y némesis del escurridizo Naylor. Y Cameron Bright, ese crío con cara de entre pasmado y poseído, inquietantemente parecido a Justin B****r ahora que se peina a lo emo, es el hijo inocente y maleable de Nick Naylor. Al niño le gustan las cámaras, y a veces es un poco irritante, pero es clave en un par de escenas importantes y da el pego de sobra. Con este reparto de secundarios, la calidad está garantizada, ¿no creéis?
Respecto a los detalles técnicos, las credenciales son impresionantes. El protagonista es Aaron Eckhart, que dando cera a diestro y siniestro con su cara de espontáneo y alegre peatón en una soleada mañana de domingo lo clava. Dosis justa de madurez, jovialidad, seriedad y sorna de la que escuece. "El mundo me odia, el mundo me la sopla, cogedme si podéis" dice su cándida sonrisa mientras humilla a todo el que se pone en su camino. La actuación es muy buena, y puedes ver en su cara cómo transcurren sus pensamientos mientras discute, casi invitándote a adivinar por dónde va a salir la siguiente mordaz estocada. La dirección, pues de pata negra también. Ni más ni menos que Jason Reitman, director de Juno y Up in the Air. De esos tipos que hace poco pero que está bien hecho. Desde mi profana y poco informada opinión, Juno es de las películas más de los últimos años, y el mimo que Reitman pone en cada detalle es ya marca de la casa. Ternura cruda, sentida, sin una gota de ñoñería, abrazando a la realidad con uñas y dientes. De esto hay mucho más en Juno, pero se ven pinceladas en Gracias por Fumar que suben enteros el nivel. Y es que el talento le viene de familia; su padre fue el creador de los míticos Cazafantasmas, ahí es nada.
- En efecto, eso que hueles es azufre. Y ahora me llevaré tu alma. ¿Cómo? ¿Que dónde están los cuernos y el tridente? Pardillo...
El fruto del duro día de trabajo aumentando la tasa de mortalidad nacional: hipoteca pagada, tele de plasma, cervecita y el amor de un hijo.
Hay gente que dice que la frontera entre el bien y el mal es difusa, que es un mundo de grises. Por favor, ved esta película y descubrid que eso no existe. Bien es todo lo que llamamos bueno, y mal todo lo que llamamos malo. Nada más. El cómo llegamos a esas conclusiones, y por qué, es lo que cambia. Es lo que enseña esta película, y yo personalmente, lo siento mucho por todo el que piense así. Pero es un buen ejercicio mental, demasiado bueno como para dejarlo pa'luego.
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