¡Hola a todos! ¿Qué tal? Me gustaría empezar con un “como
decíamos ayer…” pero creo que es un canteo después de casi dos años fuera de
circulación. Durante este tiempo que he permanecido como célula durmiente he
podido ver unas cuantas películas de todo pelaje, buenas, malas y regulares.
Algunas dignas de Pa´luegos, que me he visto y revisto pensando en qué se
podría escribir de ella y luego, no escribiendo nada. Pero aquí estoy de nuevo,
y este es mi primer (o quinto, como el rey Carlos) Pa´luego. El Doble del Diablo.
Es una peli dura. Qué digo, es una peli jodidamente jodida.
Os lo aviso de antemano: deja mal cuerpo desde el principio. No es de terror ni
se ve mucha sangre… Bueno, se ve bastante, pero no es Hostel, a ver si me entendéis.
Pero es muy chunga. Lo más duro de todo es pensar que todo eso pasó, y
muchas más cosas que no salen en la película. Me dejó tan impactado que me
preocupé de investigar un poco por mi cuenta, y en efecto, todas las cosas que
se ven en la peli pasaron, salvo quizá algunas peripecias del protagonista que
son cosa del guión. Pero bueno, me dejo de rodeos y voy al turrón. Os lo pongo
plan cuento para azucararos la cosa, que como me ponga plan profesor me echáis
a pedradas.
Había una vez un lejano país llamado Iraq, gobernado por un hombre con bigote, boina y fuertes tendencias autoritarias, expansionistas y militaristas. Este hombre tenía dos hijos (bueno, dos hijos oficiales) a los que cuidaba y trataba muy bien. Les daba todos los caprichos que le pedían y la mejor educación, pues Saddam quería que sus chicos heredaran el país que se había montado, porque, bueno, eso de la democracia es para perdedores. Estos hijos se llamaban Uday y Qusay. Qusay era un tipo canijo, muy listo, con carilla de ratón, gafas, pinta de bibliotecario y discreto. El perfecto heredero para el régimen criminal de papá. Uday era un psicópata drogadicto y asesino, pederasta, pervertido sexual, sin señal de aprecio a la vida humana, inestable, agresivo, ególatra y el favorito de mamá. ¿Adivináis de quién va la peli?
Había una vez un lejano país llamado Iraq, gobernado por un hombre con bigote, boina y fuertes tendencias autoritarias, expansionistas y militaristas. Este hombre tenía dos hijos (bueno, dos hijos oficiales) a los que cuidaba y trataba muy bien. Les daba todos los caprichos que le pedían y la mejor educación, pues Saddam quería que sus chicos heredaran el país que se había montado, porque, bueno, eso de la democracia es para perdedores. Estos hijos se llamaban Uday y Qusay. Qusay era un tipo canijo, muy listo, con carilla de ratón, gafas, pinta de bibliotecario y discreto. El perfecto heredero para el régimen criminal de papá. Uday era un psicópata drogadicto y asesino, pederasta, pervertido sexual, sin señal de aprecio a la vida humana, inestable, agresivo, ególatra y el favorito de mamá. ¿Adivináis de quién va la peli?
Saddam es el de la boina, el canijo es Quday y el alto es el monstruo psicópata de Uday.
En efecto: Uday. Uday era un hombre muy ocupado: ir de fiesta por la noche
hasta las cartolas de coca y secuestrar niñas para violarlas ocupaba tanto
tiempo de su vida y le dejaba tan cansado que no podía atender a todas sus
aburridas funciones oficiales dando discursos y recibiendo embajadores. Además,
incomprensiblemente, su pueblo a veces no le amaba tanto como debería, y
algunos locos querían acabar con él. Entonces, tuvo una gran idea, con la que
empieza nuestra película: ¡Un doble! Así ese pobre pardillo recibirá las balas
e irá a las aburridas audiencias mientras Uday sigue livin’lavidaloca, que era
en el fondo su humilde vocación. Nuestra película va del pobre pimpollo que se “ofrece”
a ser su doble a cambio de tan generosa recompensa como que no secuestren,
torturen, violen y maten a su familia. La película, en esencia, es cómo este
hombre, llamado Latif Yahia, por su accidental parecido con Uday y con un par
de retoques de un cirujano plástico de Alemania del Este, acaba siendo
prisionero en una jaula de oro en la que tiene acceso a todos los bienes
materiales que uno pueda imaginar (Uday tenía todos los petrodólares que
quisiera para Rolex, Ferraris, fiestas y putas) a cambio de ser mudo testigo de
la inhumana demencia de su “padrino” y “hermano”. La repugnancia, el morbo, la
tensión psicológica y la angustia que padece Latif contemplando primero, y más
tarde siendo encubridor y partícipe de los crímenes del que se supone que va a
heredar su país es lo que hace esta peli. No os cuento más, creo que una página entera de introducción a
la trama basta.
Es muy probable que de haber nacido en Nueva York, Uday fuera este tipo.
El ritmo de la película es muy bueno, de esas que se te pasan voladas. La dirección y guión son muy sólidas y han dado lugar a una película que sin duda funciona, y que es capaz perfectamente de generar una tensión psicológica digna de una peli de miedo. En cierto modo, es como si Jason o Mike Miers fueran hijos de dictadores árabes. Y no es broma, esa gente existe, pero se pasea con armas forradas de oro y ferraris, y no caretas de hockey y motosierras. Creo que era lo que el director quería decirnos. Las salvajadas del amigo Uday son todas ciertas y comprobadas por varios testigos, pero no así la historia de Latif, sobre la que hay dudas. Aun así es irrelevante, pues me parece simplemente un excelente hilo conductor y una gran perspectiva para darle al espectador esa sensación de desagrado extremo, impotencia y morbosa fascinación desde el minuto uno. El final está un poco deshilachado, es cierto, pero no desmerece al conjunto de la película y no es chapucero en absoluto.
El director es Lee Tamahori, que ya dirigió “Next” y “007: Die Another Day” que aunque no son obras maestras le ponen a cierto nivel en el mundo de la dirección. Pero es Dominic Cooper en su papel doble de Latif y Uday el que creo que consigue que la magia (negra, pero magia) de la película salga a relucir. Cómo puede representar a dos personajes tan distintos con dinámicas tan complejas entre ellos en la misma escena es lo que convierte The Devil’s Double en una experiencia de esas que te hacen dejar marcas de uñas en los brazos del sillón.
¿Y cómo acaba nuestro cuento? Pues salió en las noticias. El bonito país de Iraq es ahora un enorme campo de tiro muy parecido a Mad Max pero con camellos en vez de cerdos, cortesía del Tío Sam, que entro allí allá por 2003 y se dejó la puerta abierta al pasar. A Uday y Qusay los sacaron los yankis por las malas de un edificio donde se encontraban atrincherados ese mismo año. Cuando digo por las malas no es de la oreja, sino con helicópteros de combate, fuerzas especiales, y más pólvora que en las Fallas de Valencia. Tuvieron que hacerles moldes dentales para comprobar que eran ellos. A Saddam lo dejaron colgado justo antes de la cena de Año Nuevo de 2006. E Iraq sigue sin ser la capital del turismo familiar mundial para los próximos dos o tres años al menos.
A un lado Iraq real, y a otro un escenario de Mad Max. Cortesía del Ministerio Iraquí de Turismo y Rescate de Rehenes.
Así
que ya sabéis: un thriller psicológico de primer orden, una actuación magistral
de Dominic Cooper, la oportunidad de conocer un poco el Iraq de Saddam con sus
luces y sus sombras, y una historia que engancha y repele a la vez todo en uno.
En cuanto veáis que tenéis el cuerpo para algo así, ¡no se os ocurra dejarlo pa’luego!
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